domingo, 8 de junio de 2008

Hablar por hablar

La dialéctica erística es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga razón tanto lícita como ilícitamente.
El origen es la maldad del genero humano. Si fuésemos honestos intentaríamos que la verdad saliese a la luz en un debate, sin preocuparnos, sin que se adapte a nuestra opinión previa o a la de otro, eso es indiferente o en todo caso, secundario. Pero la vanidad, no se resigna a aceptar el juicio recto si va en contra de nuestros intereses. Solo tendríamos que pensar y luego hablar, pero a la vanidad se añade la charlatanería y la innata falsedad, aunque en el fuero interno se den cuenta de que no tienen razón, deben aparentar todo lo contrario.
Lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero.

miércoles, 5 de marzo de 2008

El paraiso amurallado


El paraíso era, para los persas, un jardín amurallado donde todas las especies conviven en armonía. En el lenguaje actual el equilibrio ecológico se mantiene ideal en ese recinto.La armonía de todos sus componentes, la falta de tensión entre sus ocupantes (allí el león convive con el cordero) depende exclusivamente del celo del jardinero que debe limitarse a proteger y cuidar, con intervenciones mínimas y observación constante a las especies del paraíso, ya que nada las amenaza: el alimento es abundante, la climatología benigna, unas altas tapias ( no en vano paraíso comparte etimología con paredes) lo aislan y protegen.
Sin las murallas, naturales o artificiales, el jardín ideal no existiría pues siempre al otro lado se encuentra el infierno. Si a un lado del muro, las flores espléndidas y las trepadoras aromáticas delimitan el paraíso, al otro una maraña de viejos somieres y recipientes de polímero leproso e indestructible, se agazapan como dispuestos a saltar la muralla y expandirse al menor descuido.Parecen inertes pero, aun así , resultan amenazantes.

Los persas añadieron una tercera dimensión, llamada limbo, a ese universo dual que corresponde al grosor de la tapia, una linea estrecha y árida donde la no-acción convierte la postura del sujeto que desde allí contempla los dos extremos, en una tortura.
Para esa posición o estado, un ojo seria suficiente, sobra el cuerpo y el alma se retuerce en esa inhumana experiencia. Anunciar al paraíso que existe el infierno y que solo un muro los separa, un muro que, aunque fuerte, es propenso al cataclismo. Peor aun sería comunicar al infierno que existe un paraíso, un lugar inviolado, con sus dulzuras, su incesante danza de copulas. Un día, un pájaro herido de flecha cae en el tranquilo estanque de sus aguas, creando una inquietud con el testigo de su cuerpo lacerado y sangrante. Un estremecimiento helado recorre la espalda del guardián: a pesar de sus esfuerzos, el ideal siempre es frágil, tiembla ante el rumor de una amenaza. Una serpiente se proyecta muro arriba, sinuosa, lanzando una andanada de armonía. Recuerda que existe el otro lado y que él te define.